Yo trabajando en una perfumeria
Porque fui muy feliz, de verdad, trabajando en una perfumería con parafarmacia y productos naturales: Primor.
Sí, era muy feliz. Vale, había algunas situaciones, como no poder ir al wc en momentos necesarios, demasiado control individual cuando mínimo debían ser dos, robos o algunas situaciones donde no había prevención de riesgos laborales o cuidado, o compañerismo. Pero por lo demás...
Estar en zonas sólo tú llevando el control, colocando los productos, manteniendo limpio, perfilando tras limpiar, mantener el orden, aprendiendo la colección y las existencias, informando adecuadamente, sugiriendo algo quizás menos conocido o más económico pero válido, saber que vas a poner a la gente más guapa, motivarles a quererse, disfrazarse, jugar, testar, aprender rituales de cuidado, aceptarse y sacarse provecho, etc ¡Sí!
Entre promociones, supermercados y farmacias, la perfumería fue la guinda. Sólo añoraba poder usar vestidos o faldas, pero subiendo escaleras, moviendo, haciendo equilibrios... Al menos, peinarse, pintarse y a veces, disfrazarse, sin quedar fuera de juego, era estupendo. Perfumes diarios, está vez, recuerdo más uso de "Chispas" y "Nenuco", quizás por las funciones, y algunos labiales permanentes de marcas menos famosas que las de Dior o Chanel, pero igual de válidas. Y el olor diario de geles y jabones, tratar cremas en las manos o ese jabón que se rompió con olor a fresa o a coco...
Mil momentos favoritos, quizás el que más, hacer relucir los preservativos variados, el jardín de productos naturales, labiales morados y galletas por doquier...
Y volver, ¡Siempre! ¡Me jubilaria allí antes que volver al puesto repudiado de dar prestaciones a quién no sé quién es ni lo que hace con el dinero!
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