Los ascensores

Aunque por deporte, ejercicio, salud, vitalidad y línea sueño usar las escaleras casi siempre, los ascensores me fascinan. Y son necesarios.

Desde la típica atracción de feria a escenario de serie o película de terror e intriga, realmente hay otros recuerdos más agradables acerca de ellos:

1. La atracción cuando era pequeña. Poder ir en ascensor era como una diversión. Subir, bajar, el olor, los espejos... Recuerdo en el edificio de mi abuela paterna que había la entrada y primer piso embaldosados de mármol gris, negro y blanco, elegante y agradable, y era como "majestuoso" pasear por esos suelos, y, al primer piso, ya cambiaba al típico mármol beig con piedras, indicando la zona de viviendas. También, como no, los de algunos lugares elegantes. Y me sentía como una reina sólo por usarlo...

2. El escenario romántico. Quizás en las dos primeras partes de 50 sombras sí se refleja lo que yo veo romántico y atractivo en pareja en un ascensor, el momento pasional de beso y aparentar luego que no ha pasado nada, y el estar excitados subiendo o bajando, disimulando con más gente, más que hacer un parón y posiblemente padecer accidentes por mal funcionamiento en ellos... Sí es cierto que sólo lo viví una vez, pero no de forma ni tan divertida como esperaba, o con quien no debía, pero es algo agradable y divertido. Los escenarios donde realmente me he sentido así han sido en, como no, cuando sentí atracción amorosa en un trabajo hacia alguien de otro departamento, en la pensión de Madrid cuando conocí a alguien de mi isla que trabajaba allí, y, ya simplemente fantaseando de forma romántica, en el del gimnasio, en el del Hotel Saratoga cuando he ido sola, en el de los hoteles de Barcelona y Madrid en 2016 y 2017, y, como no, en París, 2019, cuya habitación era perfecta para estar en pareja, pero siempre me quedé sola, además de cuando veo el de la antigua discoteca Tito's.

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